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Vivir y morir en medio de la violencia
La villa Zavaleta de Barracas está de luto desde el sábado, cuando una ráfaga de balas atravesó las paredes de una de las casillas y alcanzó al pequeño Kevin Molina, que en vano había intentado protegerse debajo de la mesada cuando sonaron las primeras balas del tiroteo que inició un grupo de jóvenes ajenos al lugar. La desesperación de los vecinos no logró conmover a los prefectos que no atinaron a salir de la garita. Dolor y bronca por una seguridad que nunca alcanza a los más pobres.
Temblamos, lloramos, gritamos, no podemos más. Tenía 9 años, de luz, de risa, de paz. Aterrado y meado, estaba acurrucado, bien refugiado, como cada vez que lanzan para estos lados las batallas que digitan desde sus barrios privados. Para no ver nada, se mantuvo escondido debajo de una mesada, aun cuando todos estábamos reclamando que la Prefectura interviniera en lo que estaba pasando. Pero aparentemente no era una cuestión de guita, porque se quedaron en la garita. Y en el segundo tiroteo, totalmente anunciado, Kevin Molina resultó baleado. Un tiro en la cabeza, en el medio de la pobreza. Y no, no se fue “otro pibe”. Se fue un pibe, que era único, tierno, irrepetible. Nos quitaron a un sobrino, a un hijo, a un chiquito de tercer grado, por otro enfrentamiento que perfectamente se pudo haber evitado. ¿Fue culpa de los narcos? ¡Vayan a buscarlos donde guardan sus barcos! ¿O van a proponer más uniformados? ¡Para qué mierda están por todos lados! ¿O van a decir que fue el “contexto de peligrosidad”? Le faltaban 9 años para ser mayor de edad.
Es absolutamente indescriptible el dolor que provoca esta noticia; soy un vecino, vivo cerca, pero no vivo en la villa. A veces suceden muchas cosas cerca nuestro y no nos damos cuenta. Se hace cada vez mas imperioso buscar una alternativa REAL a esta sociedad en la que vivimos porque como dice Banksy \"he visto muchos humanos, mas no he visto humanidad\".



