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miércoles 18, junio de 2003

Comedor Los Pibes: Vivir tirando

Nació como comedor infantil y ahora alimenta a 100 familias completas. Historias y protagonistas de un comedor poco convencional.

Se llama Comedor Los Pibes pero no hay mesas, ni sillas, ni platos, ni pibes. Queda en una casa humilde de La Boca pero todos coinciden en que aún sin techo seguirían funcionando...

Estos hechos que parecen contradictorios suceden en un emprendimiento de autogestión que alimenta a sesenta familias del sur de la ciudad y es tan digno como injusto. Digno, porque lejos del asistencialismo cada familia del comedor debe trabajar para conseguir su plato de comida. Injusto, porque quienes trabajan allí fueron despedidos de sus empleos o cobran una miseria que no alcanza para mantener el promedio de seis hijos que tiene cada grupo familiar.

Esta historia empezó en Palermo allá por el ’94, cuando cuatro de las 200 familias que fueron desalojadas de las ex bodegas Giol se quedaron en la calle y se reunieron con otras tres que habían sido desalojadas de casas de La Boca. Estos siete grupos familiares decidieron unirse “para solucionar el morfi de los chicos”, como explica el ex habitante de las bodegas y actual “corazón” del comedor, Lito Borello.

Empezaron a movilizarse para poder asegurarle a sus chicos una merienda que complementara un almuerzo que recibían en la escuela. Así, recorrieron panaderías y almacenes para armar una suculenta leche chocolatada con pan o facturas. Al poco tiempo, el concepto de “comedor” y de “infantil” fue virando para convertirse en el que tiene actualmente: “autogestión” basada en una “unidad familiar”. Así, los padres de esos chicos empezaron a moverse para asegurar la alimentación diaria de su familia.

Con visitas semanales al mercado de frutas y verduras de Avellaneda se ganaron la confianza y el cariño de los puesteros, quienes les donan parte de su mercancía. Actualmente, el comedor brinda el 80 por ciento de lo que consumen las familias.

Marta Revadeneira, una mujer con tres hijos que se sumó al comedor cuando se quedó sin trabajo, asegura: “Ahora vivimos prácticamente de la ayuda del comedor”. Y agrega: “Pero acá todos trabajamos para llevarnos lo nuestro”.
Como Marta, todos saben que entrar al comedor implica trabajar porque, como ella dice, “acá trabajás y no te pagan con plata sino con comida”. El trabajo en cuestión incluye una organizada división de tareas. Un representante de cada familia debe cumplir con las labores asignadas cada semana: conseguir, trasladar, contar y repartir la mercadería, y asistir a una asamblea donde “se organiza la semana”. El representante familiar tiene que trabajar por lo menos 3 de los 7 días de la semana.

Los días de reparto de comida, el patio del comedor se cubre de changuitos, donde cada uno se lleva lo que le corresponde. El tamaño de la canasta familiar, que está compuesta por alimentos de primera necesidad, depende de la cantidad de integrantes por familia, de modo que a cada grupo familiar de entre dos y cuatro personas le corresponde 81 productos y a las que estén conformadas por entre cinco y siete personas, 150.

Lucas Yañez es un joven que comenzó a trabajar para “Los Pibes” en el ’96. “No queremos crecer. Queremos desaparecer pero lamentablemente tenemos que seguir adelante. No podés bajar los brazos porque si los bajás...”dice, dejando inconclusa una frase que completa la escena que lo rodea: un patio colmado de gente que busca un poco de comida para su familia.

Julio Maigdala, un hombre de 65 años que no logra conseguir un empleo resume, en sólo dos palabras, la situación que encierra al comedor: “Vamos tirando”. Y lamentablemente, de eso se trata.

Mariana Comolli
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