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jueves 11, noviembre de 2004

Escrache a un cura en Villa del Parque

El sábado 27 de noviembre a partir de las 15 horas, la Mesa de Escrache Popular junto a vecinos, organizaciones sociales, barriales y asambleas, marcharán desde Juan B. Justo y Avenida San Martín para escrachar a “San Fachón”. El cura Hugo Bellavigna actuó junto a los represores de la última dictadura en la cárcel de Villa Devoto.

Si se puede afirmar algo del subprefecto mayor retirado del Servicio Penitenciario Federal, Hugo Bellavigna, hoy párroco de la iglesia Santa Inés, Virgen y Mártir, es que fue un convencido ejecutor de la posición oficial de la Iglesia Católica durante los años de dictadura militar a partir del golpe de Estado de 1976.

Hubo en esos años de genocidio otra postura dentro de la Iglesia: la de quienes asumieron la causa del pueblo: Carlos Mujica, asesinado por las 3 A en 1974, Monseñor Angelelli, asesinado en 1976, los padres Palotinos asesinados en 1976. Así como la de las religiosas francesas Alice Domon y Renee Leonie Duquet, secuestradas en la Iglesia Santa Cruz junto a Azucena Villaflor de Vicenti, en el año 1977 e iniciadoras de  las marchas alrededor de la Pirámide de la Plaza de Mayo con sus pañuelos blancos. También hay que recordar a los sacerdotes que siguieron pregonando su posición a favor de los sectores necesitados como Monseñor Zaspe, Monseñor Jaime De Nevares, Monseñor Novak y Monseñor Hesayne. Otras víctimas del Terrorismo de Estado-  como el  sacerdote Adur, detenido en Brasil. O y los que tuvieron que alojarse en ignotos conventos para evitar el secuestro (los sacerdotes Llorens, Carlos Fugante y tantos, tantos más).

Pero Bellavigna llegó a Villa Devoto como párroco, con la función específica de instrumentar las decisiones del General  Suárez Mason y su representante para las cárceles, el coronel Sánchez Toranzo, ejecutores de un fino plan de destrucción política y personal en una cárcel dispuesta para la concentración de más de 1000 presas políticas.

Villa Devoto era el Penal que los militares utilizaron para mostrar a los Organismos Internacionales, mientras en el país se desarrollaba la represión más cruel. Allí Bellavigna intentó "regresar las ovejas negras al redil" proponiéndoles a las presas políticas, arrepentirse de cualquier idea de cambio social que pudieran sostener y que dejaran de defender los principios de solidaridad y compañerismo.

Bellavigna participó de la Comisión Interdiciplinaria, tribunal interno de la cárcel, que definía quiénes eran "recuperables" y quiénes no. Allí se decidía la ubicación carcelaria futura de cada uno y la entrada en un cónclave militar (reunión) donde se debatía la libertad de las entrevistadas. Sus informes definían los supuestos grados de arrepentimiento. Su función era presionar a las presas políticas psicológicamente en una suerte de tortura cotidiana, buscando inculcarles la idea de que su actitud dentro de la cárcel determinaría o no su libertad.

Belavigna no se privó de amenazar a compañeras de origen judío diciéndoles que ser judío era un pecado y que ellas pagarían no saliendo nunca en libertad. En entrevistas con compañeras que se encontraban enfermas o que habían sufrido la muerte de sus familiares adoptaba una falsa actitud de compasivo, siempre buscando el momento adecuado para tratar de convencernos que la mejor opción para llegar a reunirse un día con su familia era "aceptar el reglamento", firmar el “arrepentimiento”, es decir, aislarse de las compañeras, y entrar en una espiral de destrucción personal. También maltrató a los familiares que iban de visita, como un modo indirecto de incidir sobre las detenidas.